Durante mis vacaciones de verano he podido disfrutar de la cultura y gastronomía conquense: monumentos preciosos y delicias para el paladar.
Han sido sólo tres días pero... ¡muy intensos y aprovechados al máximo!
Nada más llegar a esta sensacional ciudad acudí al hotel, me alojé en el NH Ciudad de Cuenca, situado en una zona muy tranquila, con fácil aparcamiento, junto a todos los servicios: supermercados, restaurantes, cafeterías y a 15 minutos a pie del casco antiguo. Las instalaciones son modernas y están cuidadas al detalle, en cuanto al trato del personal fue magnífico.
Una vez deshice la maleta, decidí inspeccionar la zona, quería conocer sus calles, plazas, rincones, miradores, leyendas y sus gentes.
Coincidiendo mi vista a Cuenca con la Feria y Fiestas de San Julián, la ciudad estaba repleta de conquenses y miles de turistas. Se realizan actos dedicados al patrón de Cuenca y tienen lugar una serie de actividades y espectáculos: desfile de carrozas, actuaciones musicales y eventos deportivos.
Callejeando por la ciudad, me topé con el Parque de San Julián, muy cerca estaba la Plaza de España y... llegó la hora de comer, así que fui a un lugar que me recomendaron próximo a donde me encontraba, La Bodeguilla de Basilio, en la calle Fray Luis de León, un sitio excelente al que tienes que acudir si vas a Cuenca. El servicio es estupendo, la comida exquisita, en cuanto a cantidad-calidad inmejorable.
Algunos de los platos que yo degusté y por supuesto os sugiero, fueron los siguientes:
Tres entrantes riquísimos: gazpacho, huevos de codorniz con patatas, lechuga y jamón, y por último, los zarajos, un aperitivo típico de la localidad.
Como plato principal: conejo en salsa.
De Postre: tarta de queso con helado de turrón y galleta.
La camarera me invitó a tomar Café de Puchero, una bebida deliciosa que me recordó a la famosa malta de mi abuela (café con canela y azúcar moreno).
Para finalizar, me ofrecieron dos elaboraciones características de la zona, el tradicional resolí (licor popular) y alajú, una torta, propia de la provincia de Cuenca, hecha de una masa a base de almendras, pan rallado y miel.
Estaba todo buenísimo!!
Puedes comer, cenar, o simplemente pedirte en la barra una caña o un vino (el de la casa está espectacular) con lo que te sirven una tapa. El sitio es pequeño, pero si consigues hueco en la barra es genial. Si te adentras en La Bodeguilla, accedes a una cueva, donde se ubica el restaurante, repleta de fotos de gente que ha visitado el lugar tanto famosos como anónimos.
Continuando el recorrido... pasando por la calle de los Tintes, la Puerta de Valencia, el Paseo del Huécar, se puede observar el Teatro Auditorio que alberga congresos y representaciones culturales.
Más adelante aparece el edificio más emblemático de Cuenca:
Las Casas Colgadas.
Las viviendas se denominan así por tener sus balcones sostenidos al aire. Es impactante!
Las Casas Colgadas.
Las viviendas se denominan así por tener sus balcones sostenidos al aire. Es impactante!
A la derecha, se encuentra el convento de San Pablo, convertido en Parador de Turismo. Su iglesia cuenta con una bella portada barroca.
Cruzar el puente de San Pablo se convierte en una obligación fotográfica para el turista por la panorámica de las Casas Colgadas y de los demás edificios que miran a la Hoz del Huécar.
El casco antiguo de Cuenca se levanta altivo entre el roqueado que forman las hoces de los ríos Huécar y Júcar, configurando así un espacio que alberga naturaleza y arquitectura, reconocido por la Unesco como Ciudad Patrimonio de la Humanidad desde el 7 de diciembre de 1996.
En la Plaza Mayor se asienta la majestuosa Catedral, el edificio monumental más importante de Cuenca. El Palacio Episcopal, adosado a la Catedral en su flanco sur, cuenta con una interesante fachada neoclásica. Me llamaron la atención las casas de colores ahí dispuestas, considero que llenan de luz el ambiente creando un espacio singular. Mientras que la Casa Consistorial sirve como cierre a la Plaza Mayor y se comunica a través de unos soportales porticados, por los que discurre el tráfico, con la calle Alfonso VIII.
Situada entre la Plaza Mayor y la de Mangana está la Plaza de la Merced, donde se dan importantes muestras arquitectónicas barrocas como la Iglesia de La Merced y el Seminario de San Julián, en contraste con el Museo de las Ciencias, edificio moderno que emerge de los restos del antiguo Asilo de los Ancianos.
En la Plaza Mangana, que antes os nombraba, se halla la Torre de Mangana que ha sido reloj de la ciudad desde el siglo XVI y que se yergue sobre este lugar con interesantes restos arqueológicos. Junto a la plaza hay un excepcional mirador donde se pueden contemplar unas bonitas panorámicas de la ciudad y del Río Júcar.
El día dió mucho de sí, pero a pesar de eso, por la noche aún tenía ganas de seguir "cuenqueando". Fui a cenar a la Posada de San José. La cena fue una maravilla: Crujiente de boletus, morteruelo, pisto con magro, tabla de ibéricos y quesos, todo ello acompañado de pan con tomate y aceite. Como colofón, el sabroso brownie con chocolate blanco y helado de mandarina. Un placer para los sentidos!
Desde la terraza de la posada disfruté de unas estupendas vistas a la Hoz del Huécar. Es recomendable visitar los mismos enclaves cuando la noche cae ya que una espectacular iluminación proporciona nuevas e increíbles sensaciones a los ojos del visitante.
¡Día 2 en Cuenca! Para coger fuerzas, desayuné en LA ANTIGUA (panadería-horno-cafetería), buenísimos los croissants y las galletas cookies caseras acompañados de un excelente chocolate a la taza.
Y aunque os parezca extraño porque es verano, allí por las mañanas a primera hora y por las noches refresca. Así que, tanto la chaqueta como tomar algo caliente era fenomenal.
Destino: La Ciudad Encantada.
Un paraje natural de formaciones rocosas esculpidas por la erosión a lo largo de miles de años. La morfología, composición y dureza de las rocas junto con elementos atmosféricos como agua, viento y hielo han hecho posible este fenómeno, dando lugar a caprichosas y espectaculares figuras.
Depende mucho de la imaginación de cada uno pero aquí puedes ver un tormo alto, la cara de un hombre, un puente romano, barcos, a los amantes de Teruel, una foca, la lucha entre un elefante y un cocodrilo, una tortuga y el mar de piedra.
Como dato curioso os diré que en las siguientes fotos, podéis observar lo que se denomina "escoba de bruja", parece un nido pero no lo es, es una enfermedad que consiste en la formación de un tumor en las ramas del árbol.
La Ciudad Encantada forma parte del Parque Natural de la Serranía de Cuenca y fue declarada Sitio Natural de Interés Nacional el 11 de junio de 1929.
Es un lugar muy visitado, singular y pintoresco. Ha sido escenario de grandes producciones audiovisuales a nivel internacional, tal y como nos contó la guía, allí se rodaron escenas de la película "Conan, El Bárbaro" (1982) protagonizada por el actor Arnold Schwarzenegger.
En definitiva, un espacio envuelto en un halo de fantasía que no debe perderse todo aquel que visite Cuenca.
El viaje prosigue y llegué al Embalse de la Toba, custodiado por montañas, y alimentado por las aguas del Júcar. Es una zona de esparcimiento para los conquenses, apto para el baño, donde se puede ver a algún pescador. Merece la pena hacer un alto en el camino y capturar un par de instantáneas.
Al continuar por la carretera se avista Huélamo, un pueblo situado en lo alto de la montaña al que se accede a través de un empinado y curvilíneo camino. Llama la atención como se ven todas las casitas agrupadas y muy similares allá arriba. También se aprecian restos de lo que fue un castillo.
Más adelante, hago una parada en Tragacete para comer en el Restaurante El Gamo. La comida fabulosa, como siempre en aquellas tierras: embutido de caza, ajo arriero, migas con chorizo y huevo, caldereta de cordero con patatas, gamo a la plancha con mermelada de arándanos y el broche de oro, natillas caseras con galleta y canela y la cuajada con miel.
Tras esta comilona, había energía suficiente como para acudir a un paisaje idílico, el Nacimiento del Río Cuervo, uno de los enclaves más visitados de la provincia. Es un lugar precioso, que seguramente resulte más impactante en invierno, ya que con las lluvias se apreciará más agua y debido a las bajas temperaturas se forman estalactitas que se funden con un manto blanco de nieve. En cualquier caso, aunque no puede ver grandes cantidades de agua en plan cascada disfruté mucho. Algunos de sus rinconcitos podrían perfectamente ilustrar un cuento.
De regreso a Cuenca, me detuve en el municipio de Uña, cuya laguna merece la pena contemplar, allí pude sentir la naturaleza en estado puro y me contagié de la paz del lugar, me llamó la atención la vista formada por lo que se llaman cortados de roca.
Continuando la vuelta a Cuenca, me encontré con Villalba de la Sierra, un término municipal donde se halla el Ventano del Diablo, una especie de cueva en la roca con un mirador ideal para contemplar el río Júcar. Es un enclave perfecto para practicar deportes de aventura.
Tras un día completito, cené en una hamburguesería próxima al hotel, para acostarme pronto y reponer fuerzas, ya que quedaba un solo día en Cuenca y había que aprovechar al máximo.
De buena mañana, desayuné en El Café de Finca, una cafetería con deliciosas tartas y repostería casera. Opté por chocolate y donut, pero no me pude resistir y probé la tarta de huesitos, estaba exquisita.
La ruta comenzaba en el barrio de El Castillo, aunque apenas quedan restos de él porque fue volado en la guerra napoleónica. El Arco de los Bezudo, antigua puerta de acceso con un foso, una parte del torreón y algunos restos de muralla es lo único que se conserva.
Junto a ellos se encuentra el Archivo Histórico Provincial que estaba adosado al Castillo y que fue sede del Tribunal de la Inquisición. Muy cerca está el Convento de las Carmelitas Descalzas, la Iglesia de San Pedro, la Plaza del Trabuco.
Continuando el itinerario por la Ronda del Júcar, llegas a la Bajada de las Angustias, unas singulares escaleras excavadas en la piedra te conducen a la preciosa Ermita de la Virgen de Las Angustias y al Convento de los Franciscanos Descalzos.
Siguiendo por el barrio de San Miguel, un lugar frecuentado por los jóvenes conquenses, sobretodo, el fin de semana por ser un lugar de copas, al igual que los pubs situados en la Plaza Mayor. Observé la grandiosidad de la Antigua Iglesia de San Miguel y las bonitas calles Armas y José T.Mena.
Pasando por el Convento de las Esclavas y atravesando la Plaza de La Merced accedes a la Bajada y Plaza del Carmen, desembocando en unas callejuelas repletas de encanto que cuentan con notables edificios civiles y religiosos como la Casa Palacio de los Clemente de Aróstegui, la Iglesia de San Felipe Neri, la Iglesia de San Andrés, la Torre de Santo Domingo, la Iglesia del Salvador, el Pósito del Almudí y el Convento de las Benedictinas. Culminé el recorrido en la Plaza del Cardenal Payá que me llevó a la calle de La Moneda.
Tras tanto paseo... Me dirigí a la calle San Francisco, un lugar ideal para ir de cañas y tapas. A lo largo de esta calle se distribuyen diferentes mesones, todos igual de aconsejables con sus terrazas llenas de gente. Un aperitivo rápido y a comer!
Elegí otro sitio único donde disfrutar de la mejor gastronomía conquense, El Secreto, un restaurante altamente recomendable.
Os invito a probar los bombones de foie, los huevos estrellados con aceite de trufa, una de sus especialidades que es la albóndiga de ciervo rellena de queso y crema de patata y el solomillo a la plancha con salsa de frutos rojos. De postre, las croquetas de chocolate con coulis de yogur.
Aquí termina mi maravillosa escapada a Cuenca, una ciudad de la que me llevo un gran recuerdo, muy buenos momentos, y la gran satisfacción de haber conocido su cultura, gastronomía, parajes, naturaleza y unos impresionantes monumentos arquitectónicos.
Cruzar el puente de San Pablo se convierte en una obligación fotográfica para el turista por la panorámica de las Casas Colgadas y de los demás edificios que miran a la Hoz del Huécar.
El casco antiguo de Cuenca se levanta altivo entre el roqueado que forman las hoces de los ríos Huécar y Júcar, configurando así un espacio que alberga naturaleza y arquitectura, reconocido por la Unesco como Ciudad Patrimonio de la Humanidad desde el 7 de diciembre de 1996.
En la Plaza Mayor se asienta la majestuosa Catedral, el edificio monumental más importante de Cuenca. El Palacio Episcopal, adosado a la Catedral en su flanco sur, cuenta con una interesante fachada neoclásica. Me llamaron la atención las casas de colores ahí dispuestas, considero que llenan de luz el ambiente creando un espacio singular. Mientras que la Casa Consistorial sirve como cierre a la Plaza Mayor y se comunica a través de unos soportales porticados, por los que discurre el tráfico, con la calle Alfonso VIII.
Situada entre la Plaza Mayor y la de Mangana está la Plaza de la Merced, donde se dan importantes muestras arquitectónicas barrocas como la Iglesia de La Merced y el Seminario de San Julián, en contraste con el Museo de las Ciencias, edificio moderno que emerge de los restos del antiguo Asilo de los Ancianos.
En la Plaza Mangana, que antes os nombraba, se halla la Torre de Mangana que ha sido reloj de la ciudad desde el siglo XVI y que se yergue sobre este lugar con interesantes restos arqueológicos. Junto a la plaza hay un excepcional mirador donde se pueden contemplar unas bonitas panorámicas de la ciudad y del Río Júcar.
El día dió mucho de sí, pero a pesar de eso, por la noche aún tenía ganas de seguir "cuenqueando". Fui a cenar a la Posada de San José. La cena fue una maravilla: Crujiente de boletus, morteruelo, pisto con magro, tabla de ibéricos y quesos, todo ello acompañado de pan con tomate y aceite. Como colofón, el sabroso brownie con chocolate blanco y helado de mandarina. Un placer para los sentidos!
Desde la terraza de la posada disfruté de unas estupendas vistas a la Hoz del Huécar. Es recomendable visitar los mismos enclaves cuando la noche cae ya que una espectacular iluminación proporciona nuevas e increíbles sensaciones a los ojos del visitante.
¡Día 2 en Cuenca! Para coger fuerzas, desayuné en LA ANTIGUA (panadería-horno-cafetería), buenísimos los croissants y las galletas cookies caseras acompañados de un excelente chocolate a la taza.
Y aunque os parezca extraño porque es verano, allí por las mañanas a primera hora y por las noches refresca. Así que, tanto la chaqueta como tomar algo caliente era fenomenal.
Destino: La Ciudad Encantada.
Un paraje natural de formaciones rocosas esculpidas por la erosión a lo largo de miles de años. La morfología, composición y dureza de las rocas junto con elementos atmosféricos como agua, viento y hielo han hecho posible este fenómeno, dando lugar a caprichosas y espectaculares figuras.
Depende mucho de la imaginación de cada uno pero aquí puedes ver un tormo alto, la cara de un hombre, un puente romano, barcos, a los amantes de Teruel, una foca, la lucha entre un elefante y un cocodrilo, una tortuga y el mar de piedra.
Como dato curioso os diré que en las siguientes fotos, podéis observar lo que se denomina "escoba de bruja", parece un nido pero no lo es, es una enfermedad que consiste en la formación de un tumor en las ramas del árbol.
La Ciudad Encantada forma parte del Parque Natural de la Serranía de Cuenca y fue declarada Sitio Natural de Interés Nacional el 11 de junio de 1929.
Es un lugar muy visitado, singular y pintoresco. Ha sido escenario de grandes producciones audiovisuales a nivel internacional, tal y como nos contó la guía, allí se rodaron escenas de la película "Conan, El Bárbaro" (1982) protagonizada por el actor Arnold Schwarzenegger.
En definitiva, un espacio envuelto en un halo de fantasía que no debe perderse todo aquel que visite Cuenca.
El viaje prosigue y llegué al Embalse de la Toba, custodiado por montañas, y alimentado por las aguas del Júcar. Es una zona de esparcimiento para los conquenses, apto para el baño, donde se puede ver a algún pescador. Merece la pena hacer un alto en el camino y capturar un par de instantáneas.
Al continuar por la carretera se avista Huélamo, un pueblo situado en lo alto de la montaña al que se accede a través de un empinado y curvilíneo camino. Llama la atención como se ven todas las casitas agrupadas y muy similares allá arriba. También se aprecian restos de lo que fue un castillo.
Más adelante, hago una parada en Tragacete para comer en el Restaurante El Gamo. La comida fabulosa, como siempre en aquellas tierras: embutido de caza, ajo arriero, migas con chorizo y huevo, caldereta de cordero con patatas, gamo a la plancha con mermelada de arándanos y el broche de oro, natillas caseras con galleta y canela y la cuajada con miel.
Tras esta comilona, había energía suficiente como para acudir a un paisaje idílico, el Nacimiento del Río Cuervo, uno de los enclaves más visitados de la provincia. Es un lugar precioso, que seguramente resulte más impactante en invierno, ya que con las lluvias se apreciará más agua y debido a las bajas temperaturas se forman estalactitas que se funden con un manto blanco de nieve. En cualquier caso, aunque no puede ver grandes cantidades de agua en plan cascada disfruté mucho. Algunos de sus rinconcitos podrían perfectamente ilustrar un cuento.
De regreso a Cuenca, me detuve en el municipio de Uña, cuya laguna merece la pena contemplar, allí pude sentir la naturaleza en estado puro y me contagié de la paz del lugar, me llamó la atención la vista formada por lo que se llaman cortados de roca.
Continuando la vuelta a Cuenca, me encontré con Villalba de la Sierra, un término municipal donde se halla el Ventano del Diablo, una especie de cueva en la roca con un mirador ideal para contemplar el río Júcar. Es un enclave perfecto para practicar deportes de aventura.
Tras un día completito, cené en una hamburguesería próxima al hotel, para acostarme pronto y reponer fuerzas, ya que quedaba un solo día en Cuenca y había que aprovechar al máximo.
De buena mañana, desayuné en El Café de Finca, una cafetería con deliciosas tartas y repostería casera. Opté por chocolate y donut, pero no me pude resistir y probé la tarta de huesitos, estaba exquisita.
La ruta comenzaba en el barrio de El Castillo, aunque apenas quedan restos de él porque fue volado en la guerra napoleónica. El Arco de los Bezudo, antigua puerta de acceso con un foso, una parte del torreón y algunos restos de muralla es lo único que se conserva.
Junto a ellos se encuentra el Archivo Histórico Provincial que estaba adosado al Castillo y que fue sede del Tribunal de la Inquisición. Muy cerca está el Convento de las Carmelitas Descalzas, la Iglesia de San Pedro, la Plaza del Trabuco.
Continuando el itinerario por la Ronda del Júcar, llegas a la Bajada de las Angustias, unas singulares escaleras excavadas en la piedra te conducen a la preciosa Ermita de la Virgen de Las Angustias y al Convento de los Franciscanos Descalzos.
Siguiendo por el barrio de San Miguel, un lugar frecuentado por los jóvenes conquenses, sobretodo, el fin de semana por ser un lugar de copas, al igual que los pubs situados en la Plaza Mayor. Observé la grandiosidad de la Antigua Iglesia de San Miguel y las bonitas calles Armas y José T.Mena.
Tras tanto paseo... Me dirigí a la calle San Francisco, un lugar ideal para ir de cañas y tapas. A lo largo de esta calle se distribuyen diferentes mesones, todos igual de aconsejables con sus terrazas llenas de gente. Un aperitivo rápido y a comer!
Elegí otro sitio único donde disfrutar de la mejor gastronomía conquense, El Secreto, un restaurante altamente recomendable.
Os invito a probar los bombones de foie, los huevos estrellados con aceite de trufa, una de sus especialidades que es la albóndiga de ciervo rellena de queso y crema de patata y el solomillo a la plancha con salsa de frutos rojos. De postre, las croquetas de chocolate con coulis de yogur.
Aquí termina mi maravillosa escapada a Cuenca, una ciudad de la que me llevo un gran recuerdo, muy buenos momentos, y la gran satisfacción de haber conocido su cultura, gastronomía, parajes, naturaleza y unos impresionantes monumentos arquitectónicos.